LA SEPARACIÓN
INTERIOR
Un hombre debe
comprender ante todo que se compone de dos hombres.
Mientras un hombre se
siga tomando a sí mismo como una sola persona nunca se moverá de donde está.
El trabajo sobre sí
se inicia en cuanto empiece a sentir dos hombres en sí mismo.
Uno es pasivo y lo
único que puede hacer es registrar u observar lo que está sucediendo.
El otro aquel que se
llama a sí mismo “yo”, es activo, habla de sí mismo en primera persona, y en
realidad es tan sólo una persona inventada, irreal.
Llamemos a esa
persona el hombre A.
Cuando un hombre
comprende su impotencia frente a A, su actitud hacia sí mismo y hacia A deja de
ser indiferente y despreocupada.
La observación de sí
se convierte en observación de A.
Un hombre comprende
que no es A, que A no es nada sino la máscara que lleva, la parte que desempeña
inconscientemente y que por desdicha no puede dejar de desempeñar, una parte
que lo gobierna y le hace hacer y decir cosas estúpidas, miles de cosas que
nunca haría ni diría.
Si es sincero consigo
mismo, siente que está en el poder de A.
Empieza a temer a A,
empieza a sentir que A es su enemigo.
No importa que le
gustaría hacer, todo es cambiado e interceptado por A.
A es su enemigo.
Los deseos, las
simpatías, los pensamientos, las opiniones de A, o se oponen a sus propios
puntos de vista, sentimientos y estados de ánimo, o no tienen nada en común con
ellos y al mismo tiempo A es su amo.
Él es el esclavo,
carece de voluntad propia.
Carece de medios para
expresar sus deseos porque todo le que le gustaría hacer o decir sería hecho
para él por A.
En este nivel de la
observación de sí un hombre debe comprender que todo su propósito es liberarse
de A.
Y ya que de hecho no
puede liberarse de A porque es él mismo, por lo tanto debe dominar a A y
hacerle hacer, no lo que el A de un momento dado quiere hacer, sino lo que él
mismo quiere hacer.
Siendo el amo, A debe
pasar a ser el sirviente.
La primera etapa del
Trabajo sobre sí consiste en separarse mentalmente de A.
Es preciso recordar
que toda la atención debe concentrarse en A.
Porque el hombre es
incapaz de explicar que es ÉL mismo en realidad. Pero puede explicar a A ante
él mismo, y con esto ha de empezar, recordando al mismo tiempo que él no es A.
Maurice Nicoll
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