miércoles, 28 de enero de 2015

COMENZAR A ESTUDIARNOS

COMENZAR A ESTUDIARNOS
AUTO-OBSERVACIÓN

“¿POR DÓNDE HEMOS DE COMENZAR A ESTUDIARNOS?”

“Al observarse, primero que todo es necesario dividirse en función intelectual, emocional, motriz e instintiva y clasificar de inmediato todo lo que observen, diciendo:

"Esta es una función intelectual", "Esta es una función emocional", etc.
                       
Si practican esta observación durante algún tiempo, podrán notar algunas cosas extrañas.

Por ejemplo, descubrirán que lo realmente difícil de observar es que ustedes se olvidan de ello.

Empiezan observando, y sus emociones se conectan con algún género de pensamiento, y olvidan observarse.

Además, luego de un tiempo, si continúan con este esfuerzo de observar, que es una nueva función no utilizada, del mismo modo en la vida corriente, ustedes advertirán otra cosa interesante: que por lo general no se recuerdan.

Si pudieran estar conscientes de sí todo el tiempo, entonces podrían observar todo el tiempo, o en cualquier caso, tanto tiempo como gusten.

Pero, debido a que no pueden recordarse, no pueden concentrarse; y he aquí por qué tendrán que admitir que no tienen voluntad.

Si pudieran recordarse, tendrían voluntad y podrían hacer lo que quisieran.

Pero no pueden recordarse, no pueden ser conscientes de sí, de modo tal que no tienen voluntad.

A veces pueden tener voluntad por breve tiempo, pero aquélla se convierte en otra cosa y la olvidan.

Esta es la situación, el estado del ser, el estado desde el cual tenemos que comenzar a estudiarnos.

Pero muy pronto, si ustedes continúan, llegarán a la conclusión de que casi desde que empiezan a estudiarse, tienen que CORREGIR en sí mismos ciertas cosas que no son correctas, ORDENAR ciertas cosas que no están en sus sitios correctos”.

Ouspensky


viernes, 23 de enero de 2015

OBSERVACION DE SI

OBSERVACION DE SI
Por: Maurice Nicoll

Se pueden decir muchas cosas sobre la observación de si y acerca de lo que es y lo que no es.

Todo el trabajo deriva del hombre que empieza a observarse.

La observación de si es un medio que permite el cambio de si.

La observación de si, seria y continua, si se hace correctamente, lleva a definidos cambios interiores en el hombre.

Ante todo, examinemos la observación de si en relación con el error que a menudo se comete a su respecto.

El error es confundir la observación de si con el conocer.

Conocer y observar no son la misma cosa.

Hablando superficialmente, se conoce que se está sentado en una silla en una habitación, pero, ¿acaso se puede decir que en realidad se la observa?

Hablando más profundamente, quizá se conozca que se está en un estado negativo, pero esto no quiere decir que se lo está observando.

Una persona en el trabajo me dijo que alguien le era sumamente antipático.

Le dije: "trate de observarlo". Me replicó: "¿Por qué he de observarlo? No es preciso que lo haga. Ya lo conozco".

En tal caso, dicha persona confunde conocer con observar —es decir, no comprende qué es la observación de si.

Además no ha entendido que la observación de sí, que es activa, es un medio de cambio de si, mientras que el conocer, que es pasivo, no lo es.

Conocer no es un acto de atención.

La observación de si es un acto de atención dirigido hacia dentro —hacia lo que está sucediendo en uno—.

La atención debe ser activa —es decir, dirigida—.

En el caso de una persona a quien se tiene antipatía, uno advierte los pensamientos que se acumulan en la mente, el coro de voces que hablan dentro de uno, lo que están diciendo, las emociones desagradables que surgen, etc.

También se da cuenta de que está tratando interiormente muy mal a la persona a quien se tiene antipatía.

Nada de lo que se piensa o siente es demasiado malo en lo que se refiere a dicha persona.

Más para ver todo esto se necesita una atención dirigida, no una atención pasiva.

La atención proviene del lado observante, mientras que los pensamientos y las emociones pertenecen al lado observado en si mismo.

Esto es dividirse en dos.

Hay un dicho: "Un hombre es primero uno, luego dos, y luego uno".

El lado observante, o "Yo" Observante, es interior al lado observado, o está por encima de él, pero su poder de conciencia independiente varía, porque en cualquier momento puede quedar sumergido.

En ese caso estará completamente identificado con el estado negativo.

No se observa el estado porque uno mismo es el estado.

Cabe decir que el hecho de ser negativo es conocido, pero no es observado.

Si el "Yo" Observante es respaldado por otros "Yoes" que valorizan el trabajo y lo recuerdan y desean ser más conscientes, el flujo de las cosas negativas no podrá sumergirlo tan fácilmente.

Es entonces ayudado por —y es parte de— el Mayordomo Delegado.

Todo esto es por completo diferente del mero conocer que se es negativo.

Cabe decir del conocer pasivo que es mecánico en contraste con la observación de si que es un acto consciente y no puede llegar a ser mecánica.

La observación mecánica de si no tiene nada que ver con la observación de si del trabajo.

La gente no sólo confunde el conocer con el acto continuo de la observación de si sino que toma el pensar por el observar.

Pensar es muy diferente de observarse a si mismo.

Un hombre puede pensar todo el día acerca de su persona y no observarse a si mismo ni siquiera una vez.

La observación de nuestros pensamientos no es la misma cosa que el pensar.

Es ahora claro que el conocer y el pensar no son la misma cosa que la observación.

Muchas veces se hace esta pregunta: "¿Qué debo observar?"

Primero, el trabajo explica cuidadosamente que es lo que se debe empezar a observar.

Pero después un hombre debe lograr una plena observación de si mismo durante un día entero —o una semana— y verse a si mismo como una persona exterior.

Debe pensar lo que pensaría si se encontrase consigo mismo.

Claro está que detestaría cordialmente a ese hombre que es él mismo.

Un hombre debe observar todo en él y siempre como si no fuera él sino “ello”.

Esto significa que debe decir: "¿Que está haciendo “ello”?", y no "¿Qué estoy haciendo yo?"

Entonces ve ora los pensamientos que se suceden en él, ora las emociones, ora las comedias privadas y los dramas personales, ora las elaboradas mentiras, ora los discursos, excusas e invenciones, y así sucesivamente, que pasan a través de él, uno tras otro.

Al instante siguiente, claro está, cae otra vez en el sueño y desempeña su papel en todos ellos.

Es decir, actúa en la comedia que ha compuesto y cree que es verdadera.

Piensa que es la parte que ha inventado.

Examinemos más extensamente este punto de vista.

Es preciso que un hombre sea capaz de decir: "Esto no soy yo" a todas las piezas y canciones establecidas, a todas las representaciones que se suceden en él, a todas las voces que toma por la suya.

Sabe que a veces antes de dormirse por la noche, oye fuertes voces en la cabeza.

Son los "Yoes" que están hablando.

Durante el día, se pasan todo el tiempo hablando, sólo que los toma como "Yo" —como uno mismo.

Pero justo antes de dormirse, se produce naturalmente una separación, pues las conexiones entre los centros y los "Yoes" se interrumpen con el fin de que el sueño sea posible.

Dos o más "Yoes" pueden impedir el sueño.

Por eso los oye, por así decir, como voces que hablan, solo por un momento, porque se separan de uno mediante procesos naturales.

La separación interior no significa el poder de decir meramente: "Este no es Yo", sino de llegar a percibirlo verdaderamente así —percibir que es verdad, que "este no es yo", no tratar de persuadirse de que no lo es, o decir "esto es lo que el trabajo dice".

Cuando usted se encuentra en un estado desagradable, si se observa a si mismo durante largo
rato, notará que toda clase de grupos diferentes de desagradables "Yoes" intentan uno tras otro ocuparse de esta situación y sacar provecho de ella.

Esto se debe a que los "Yoes" negativos viven siendo negativos.

Su vida consiste en pensar negativamente o en sentir negativamente —es decir, en proporcionarle pensamientos y sentimientos negativos—.

Les deleita hacerlo porque para ellos esta es la vida.

En el trabajo, es preciso observar sinceramente el goce de los estados negativos, en especial el goce secreto de ellos.

Se debe a que si un hombre goza siendo negativo, sean cuales fueren las formas de ser negativo, y son legión, nunca podrá apartarse de ellas.

No es posible apartarse de algo por lo cual se siente un secreto afecto.

En realidad lo que ocurre es que uno se identifica con los "Yoes" negativos por medio de un afecto secreto y así siente su goce, porque sea cual fuere la cosa con la cual uno se identifica, se convierte en ella.

Dentro de si, un hombre se está transformando continuamente en diferentes "Yoes".

No tiene nada permanente, pero por la separación puede lograr algo permanente.

La línea de separación pasa entre lo que gusta y lo que odia el trabajo.

Ahora hablaremos otra vez de la charla.

En la práctica, todas las reglas se refieren a la charla, y a la manera de ocuparse de la charla equivocada.

Es preciso observar la charla interior y el lugar de donde proviene.

La charla interior equivocada es el almacigo no solo de muchos estados desagradables futuros, sino también de la charla exterior equivocada.

Se sabe que existe en el trabajo lo que se llama la práctica del silencio interior.

Ese silencio interior en primer término, debe referirse a algo muy preciso y definido; y en segundo, no hay que mencionarlo siquiera.

Es decir, no se puede practicar el silencio interior de un modo vago y general, excepto quizá a modo de experimento por un tiempo.

Pero se puede practicarlo rígidamente respecto de una cosa precisa y definida, algo que se conoce y se ve muy claramente.

Alguien pregunto una vez: "¿Practicar el silencio interior no es acaso lo mismo que impedir que algo penetre en la mente?"

La respuesta es no.

No es lo mismo.

Se practica el silencio interior acerca de algo que ya está en la mente y de lo cual se debe tener percepción, pero es preciso no tocarlo en el discurso interior, con la lengua interior.

La lengua exterior gusta tocar los lugares dolorosos, como cuando duele un diente.

Así lo hace también la lengua interior.

Pero si lo hace, la cosa dolorosa en la mente fluye en el discurso interior y se desenvuelve como charla interior por doquier.

Desde luego, ya habrán notado que la charla interior siempre se ocupa de los estados negativos y forja muchas frases desagradables, que de súbito hallan expresión en la charla exterior, quizá mucho tiempo después.

En el trabajo se nos dice que, primero, hay que tener mucho cuidado con la charla exterior equivocada y, después, con la charla interior equivocada.

En realidad, la charla exterior equivocada se debe casi siempre a la charla interior equivocada.

La charla interior equivocada, en particular la charla interior venenosa y malévola, produce una confusión interior, como los excrementos.

Son diferentes formas de mentira, y debido a eso tienen tanta fuerza y persistencia.

La mentira es siempre más poderosa que la verdad porque puede herir.

Si observa la charla interior equivocada verá que está hecha solo de verdades a medias, o de verdades que se relacionan entre si en un orden incorrecto, o con algo que se agregó o se omitió.

En otras palabras, es sencillamente mentirse a uno mismo.

Si dice: "¿Es esto verdad?", tal vez lo detenga, pero encontrará otra serie de mentiras.

Con el tiempo llegará a disgustarle.

Si lo goza, nunca aflojará su poder.

No basta que le disguste gustándole: Es preciso que le disguste absolutamente.

Todo esto pertenece a la purificación de la vida emocional.

Mecánicamente sólo simpatizamos con nosotros mismos y tenemos antipatía u odio a quienes no simpatizan con nosotros.

No es posible el desarrollo del ser, y de ello no cabe la menor duda, a menos que las emociones dejen de fundamentarse únicamente en la auto simpatía.

En el trabajo, la consideración exterior finca en ponerse uno mismo en la posición de los otros.

A ello se refieren los Evangelios: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mateo: VII, 12).

Este es uno de los postulados definidos en los Evangelios de lo que en el trabajo se llama la consideración exterior.

Pero es preciso que un hombre piense profundamente lo que dice y perciba internamente lo que significa, porque tiene un significado exterior e interior.

Si dice: "Siempre pienso en los otros", entonces obsérvelo.

Es probablemente un tope.

Quizá no se de cuenta de que dice cosas, o escribe cosas que, si las recibiese no las toleraría un solo instante.

Esta es una forma muy interesante de observación de si e incluye la observación de la "charla interior".

En uno mismo todos los demás son impotentes.

Puede, por así decir, arrastrar una persona a la cueva de si mismo y hacer con ella lo que se le antoje.

Quizá sea naturalmente cortes, pero en el trabajo cuyo propósito consiste en purificar u organizar la vida interior, no basta.

Lo que verdaderamente cuenta es la manera como los hombres se comportan interna e invisiblemente los unos con los otros.

Es muy difícil comprenderlo.

Tal vez se cree conocerlo ya.

Pero comprender —aun empezar a comprender— exige muchos años de trabajo.

Cuando lo interior corresponde a lo exterior y cuando lo exterior obedece a lo interior, entonces el hombre posee un "segundo cuerpo".

Tal como somos, nuestra vida exterior no corresponde a nuestra vida interior, y permitimos que esta sea controlada por aquella.

La vida interior crece al ver la bondad de algo.

Ya hemos dicho, recordando a San Casiano, que el hombre es capaz de hacer la misma cosa por diferentes motivos.

Un hombre suele obrar por temor —a las leyes, a la reputación, a la opinión—.

Entonces obra desde el exterior.

O puede obrar por ambición —y muchas otras formas similares de egoísmo—.

U obrar por el bien.

Esto desarrolla al hombre interno.

Ahora bien, todo ello puede ser materia de observación de si.

La observación de si aún en sus primeras etapas produce algún efecto.

Permite que penetre la luz en las tinieblas de nuestra vida psíquica, y es ella la que debe preocuparnos en el trabajo.

Todas las instrucciones se refieren a la vida psíquica, que es caótica.

De este modo, la observación de si se hace más profunda, y la valoración del trabajo llega a ser cada vez más interna.

Así el trabajo empieza a obrar sobre la esencia —sobre la parte más verdadera de un hombre.

El trabajo sobre si es siempre el mismo.

No importa dónde se esté.

Se estará siempre en contacto con el trabajo si la actitud interior hacia el es correcta, y si lo es, el trabajo enseñará lo que significa realmente el trabajo sobre si.

Si su actitud interior es equivocada, no lo puede hacer, porque ella le cierra el camino.

En toda observación de si, si ha de llegar a ser plena observación de si, es preciso observar el “ello”.

Es decir, es preciso ver todas las reacciones a la vida y las circunstancias como “ello” en uno y no como "Yo".

Si se dice "Yo", entonces nada sucede.

El decir "Yo", el sentir "Yo", hace que el cambio sea imposible.

Si a cada estado negativo se dice "Yo", no se puede escapar.

Al principio el hombre se toma a si mismo como uno y dice "Yo" a todo cuanto sucede en su vida psíquica.

Pero con el fin de cambiar debe llegar a ser dos.

Es preciso que se divida a si mismo en “ello” y el "Yo" Observante —es decir, en dos—.

Luego, más tarde, puede llegar a ser uno —una unidad—.

El instrumento de la observación de si se asemeja a un cuchillo que extirpa lo que no es nosotros.

Cuando se ve lo que significa decir: "este no es yo", entonces se ha empezado a usar este instrumento.

En el momento en que alguien dice realmente: "¿Qué está haciendo “ello”?", en lugar de "¿Qué estoy haciendo yo?", ya empieza a comprender el trabajo.

Inmediatamente empiezan a establecerse una nueva serie de reacciones o más bien nuevas maneras de tomar las cosas.

Mientras se reaccione mecánicamente, no se puede cambiar.

El cambio empieza cuando se toman las cosas comunes de una nueva manera.

No se puede seguir siendo lo mismo —y cambiar—.

Si se es siempre lo mismo significa que se reacciona siempre ante la vida de la misma manera.

Se insiste en pedir la libra de carne.

La idea del cambio radica en no ser lo mismo.

La idea del trabajo radica en el cambio de si.

La idea de la observación de si finca en separar lo que uno era de lo que se observa.

De este modo la observación de si es un medio para el cambio de si.

Cuando se ha empezado a formar en uno el poderoso instrumento mental de este trabajo, sea cual fuere la dirección que se le dé, se captará nuevos significados.

El trabajo forma en nosotros un nuevo instrumento de recepción, un nuevo aparato para recibir las impresiones, tanto del exterior como del interior.

El trabajo proporciona piezas que es preciso unir por medio de la comprensión.

Cada pieza del trabajo, cada idea separada, cada trocito de enseñanza, es exactamente como las piezas de un aparato de radio.

Las piezas de una radio están, desparramadas sobre una mesa y usted las ve.

Si sus conocimientos son suficientes, si comprende lo que son, puede unirlas y entonces el instrumento empieza a trabajar y oye toda clase de cosas invisibles que de otro modo no hubiera podido oír.

En el caso del trabajo, cada pieza no es algo físico, un objeto exterior que está sobre una mesa, sino algo psíquico —una idea, un pensamiento, una dirección, un postulado, un diagrama, etc.—.

Si todas esas piezas se unen y ajustan por medio de la comprensión y la valoración, el trabajo forma en uno mismo un nuevo y organizado aparato.

Es decir, se produce en nosotros una reorganización.

Se tiene en si un nuevo organismo psíquico.

El trabajo provee en realidad un organismo entero y completo que es dado poco a poco, parte tras parte, pero todas esas partes constituyen un verdadero todo.

Si el trabajo se desarrolla así se tiene una cosa nueva, un nuevo instrumento organizado en uno.

Hasta una sola parte del trabajo, si se la entiende con valoración y comprensión, empezará a obrar un cambio en uno porque transmitirá nuevas influencias.

Pero en el hombre debe desarrollarse el trabajo completo.

Cabe considerarlo como la formación de otro cuerpo —otra cosa organizada en el hombre— si el hombre vive el trabajo.

Ese nuevo organismo controlará el hombre que era.

Maurice Nicoll





OBSERVACION DE LOS ESTADOS DE ANIMO

OBSERVACION DE LOS ESTADOS DE ÁNIMO
Por: Maurice Nicoll

Hablaremos hoy de los estados de ánimo y de su observación.

Cuando usted es capaz de usar apropiadamente el yo observante, posee entonces un punto de conciencia que es independiente de sus estados de ánimo.

No llega a estar sumergido en ellos.

Lo observa desde arriba.

Ese punto de conciencia está por encima de sus estados de ánimo.

Si observa el estado de ánimo que está en movimiento en usted, usted no es ese estado de ánimo.

Usted no está identificado con el.

Alcanzar esa etapa señala un paso definido en el trabajo.

Debo señalarle que si no practica la auto-observación nunca alcanzará esa etapa.

Ni tampoco comprenderá por qué el trabajo insiste tanto en que usted se observe a si mismo.

Agregaré también una palabra de advertencia.

No imite a las personas que hacen uso de sofismas para explicar la auto-observación o que nunca captan que son ellas mismas a quienes en realidad deben observar.

Ahora bien, el proceso de auto-observación se asemeja a separar gradualmente dos superficies de madera que están fuertemente pegadas.

Al principio parece imposible.

No se puede encontrar la herramienta apropiada para insertarla entre las dos superficies.

Por un momento no se descubre en qué sitio insertarla.

Los dos trozos de madera forman una pieza indisoluble.

Utilizo esta grosera imagen para ilustrar como nuestra conciencia y nuestros estados de ánimo están fusionados y parecen una y la misma cosa.

Al parecer son indisolubles.

Este es un error.

Se pueden separar poco a poco.

La conciencia se puede sacar gradualmente de un estado de ánimo.

Mediante la práctica puede observar su estado de ánimo cada vez más distintamente como si fuese algo objetivo para usted.

Por medio de la práctica puede contemplar sus estados de ánimo como contempla un estanque.

Un estanque es un objeto de los sentidos.

Es objetivo para usted.

Usted no toma un estanque como usted mismo.

Pero mientras esté profundamente dormido en la vida, mientras siga siendo el esclavo mecánico de si mismo, tomará todo lo que sucede dentro de si como siendo usted.

Esto significa que su vinculación con el mundo interior de si mismo no está desarrollada, es infantil e imbécil, como lo sería su vinculación con el mundo externo si pensara que un estanque o un elefante fueran usted.

Ahora bien, un estado de ánimo es algo que pertenece a su mundo interior.

No lo puede ver andando por el pavimento a su lado.

Es inútil buscarlo en esa dirección, aun cuando su nodriza le dijo que era un perro negro.

Pero en lugar de ello lo puede observar en sí mismo.

¿No se ha dado cuenta que vivimos en dos mundos, uno exterior y el otro interior?

Este trabajo se refiere ante todo a su vinculación con el mundo interior.

Empezamos a estudiarlo desarrollando el yo observante, el cual esta vuelto hacia el interior.

Es llamado el sentido interior.

Mediante el empleo del yo observante a lo largo de los años, nuestra educación es suficiente como para permitirnos percibir una gran comarca psicológica que está situada dentro de nosotros, invisible a los sentidos exteriores, pero visible al sentido interior.

Esa comarca, que se revela lentamente, tiene sus ciudades y aldeas, sus caminos y sendas, sus montes y valles.

Muchas personas viven en ella, conocidas y desconocidas.

En los sueños nos encontramos en esa comarca.

En rigor, es en esa comarca interior en la que vemos y por la que andamos en los sueños, y no en el mundo externo.

Tiene buenos lugares, y lugares llenos de peligros en los que moran gentes malvadas, tal como los tiene la comarca a la que están abiertos nuestros sentidos externos.

Mientras siga totalmente dormido para consigo mismo, como lo está si nunca se observa a si mismo, usted tropezará ciegamente en ese país interior, al no comprender que existe y al no darse cuenta del lugar a donde se dirige.

Toda nuestra felicidad del lugar en que estamos en ese país y también toda nuestra desdicha.

Lo que importa no es el lugar donde estamos fuera, sino aquel donde estamos dentro.

Ahora bien, un estado de ánimo dado es un lugar dado en esa comarca interior, donde se puede permanecer a menudo por mucho tiempo.

Pero aun cuando haya llegado a estar educado internamente de un modo considerable y conoce algunos de los rasgos de su comarca interior y algunos lugares malos y buenos y sus habitantes, quizá no sea capaz de observar una cosa lenta, gradual como lo es un estado de ánimo.

Como todo aquello que tiene que ver con el péndulo de las emociones mecánicas, los estados de ánimo están en los opuestos, y se pasa de un estado de ánimo a un estado de ánimo opuesto.

La plena observación reside en observar los dos opuestos, los dos extremos de la oscilación del péndulo.

Pero un estado de ánimo es una cosa lenta, no como una emoción aguda, rápida, vivida.

Con todo, un estado de ánimo es un estado emocional y corresponde a un lugar en nuestro mundo interior.

Las gentes con frecuencia niegan estar en un estado de ánimo.

Pueden estar dominadas por el malhumor durante días y negarlo con toda sinceridad.

Esto se debe en parte a que los estados de ánimo son muy difíciles de observar.

Es difícil enfocarlos con la cámara del yo observante.

Empero, es de la mayor importancia observarlos porque un estado de ánimo, como la bruma, suele persistir y extraer sutilmente la fuerza de una persona, mostrando una fase opuesta, breve y excitante, y luego estableciéndose de nuevo.

A veces un estado de ánimo tranquilo, desagradable, es representado en un sueño como una niebla en medio de la cuál se busca tanteando el camino.

Ahora bien, si se puede observar un estado de animo no se está completamente sumido en el.

Parte de la conciencia va entonces al yo observante, pero el resto de la conciencia sigue apegada al estado de ánimo, esto es, permanece identificada con el.

Así una persona es al mismo tiempo su estado de ánimo y no lo es.

Esto marca el comienzo de la separación.

Si dicha persona no se deja dominar demasiado tiempo por el sueño, la separación se hará más amplia hasta que su conciencia pueda mirar desde arriba al estado de ánimo que antes solía envolverla completamente.

Se parecerá entonces a una capa de bruma en un distante valle que está por debajo de nosotros.

Dicha persona se preguntará por qué solía ir tan a menudo a ese valle y permanecer en la niebla.

Aparentemente lo creía necesario.

Cuanto más la conciencia asciende al nivel del yo observante, más se preguntará por qué vagaba por los lugares que antes solía frecuentar.

Maurice Nicoll