domingo, 18 de octubre de 2015

¿CÓMO ES QUE YO ESCUCHO?

CÓMO ES QUE YO ESCUCHO
Por: Jeanne de salzmann

Trato de comprender un estado que me permitiría estar suficientemente tranquilo para tomar conciencia de la realidad de la vida, sin expectativas, sin desear nada, sin creer nada y sin miedo.

Para ello, necesito estar sentado en la posición correcta, ni demasiado alto ni demasiado bajo, sintiendo que este es mi lugar, aquí y en mi cuerpo.

Estoy tranquilo ante la tranquilidad misma.

Me observo.

Observo mi estado y lo que él me permite.

Observo al mismo tiempo todas mis partes.

Veo que ellas no son iguales, que cada una está ocupada de diferente manera.

El cuerpo está pasivo, pesado, dormido.

Siento su peso.

La cabeza puede estar agitada, o soñar y sugerirme ideas, imagenes.

Siento su tensión y siento hasta en qué parte de la cabeza estoy tenso; mi sentimiento está indiferente.

Pero en su manera de mirar hay algo que se pregunta: ¿soy yo mismo esto que yo soy?

Y veo que no puedo responder.

Tal como soy, no lo sabría.

No soy libre. Escucho. ¿Cómo es que yo escucho?

Mi pensamiento se detiene un momento para ver mejor y mi atención liberada ilumina mi cuerpo.

Bajo esa mirada, mi cuerpo se despierta, se hace sensible, muy sensible.

Se establece un contacto entre el cuerpo y ese pensamiento.

Y si el pensamiento conserva la amplitud de su visión y el cuerpo el calor de su sensibilidad, esto despierta otra parte de mí cuya carencia empezaba a sentir.

Su intensidad despierta el sentimiento.

Él está tocado y siento que se establece una corriente en mí que forma como un circuito cerrado.

Estoy atento a mí, al hecho de que yo estoy aquí, y entonces tengo la sensación de una presencia, de una energía que llena este cuerpo.

Pero es el sentimiento que tengo por esa existencia, por esa Presencia, lo que permite durar a la conciencia de esta vida.

Es inestable, frágil, pero recibo la ayuda por la necesidad profunda que hay en mí.

Aprendo que es una sensibilidad que lo toca todo en mí.

Nunca estoy tan sensible, ni siento tanto, ni estoy tan tocado.

Cuando mi pensamiento, mi sensación y mi sentimiento se vuelven hacia la misma meta, con la misma intensidad, hay un cambio de estado de conciencia que me transforma.

Es un estado que no puede ser destruido fácilmente desde afuera, sino sólo por mi debilidad interior, mi pasividad dominante lo destruye en un parpadeo.

Necesito repetir mil veces la experiencia de esa posibilidad y, al mismo tiempo, de esa fragilidad, para que aparezca en mí un querer.

Para que yo sepa qué es lo que quiero, lo que quiero profundamente, lo que es la necesidad de mí ser.

jeanne de salzmann





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