OTRA
VISIÓN
Por:
jeanne de salzmann
Busco
lo que soy, quiero ser lo que soy.
Tengo
la costumbre de pensar en el cuerpo de una cierta manera y en el espíritu o la energía de otra.
Pero
nada existe separadamente.
Hay
una unidad de vida.
Quiero
vivirla y la busco a través de un movimiento de regreso hacia mí.
Digo
que hay una vida exterior y una vida interior.
Digo
esto porque
me siento diferente, separado de la vida.
Pero
sólo hay una gran vida.
No
puedo sentirme separado de ella, fuera de ella, y a la vez conocerla.
Debo
sentirme parte de ella.
Pero
no es suficiente desearlo o buscar una sensación intensa de ella.
No
puedo entrar en la experiencia si antes no he reencontrado una unidad en mí, si no he llegado a
ser un todo.
Hay
dos movimientos en mi: el movimiento que viene de arriba, y si estoy lo
suficientemente libre para escucharlo, me penetra y actúa a través de mí; y otro
movimiento disperso, sin orden, que anima mi cuerpo, mi pensamiento, mis emociones.
Son
movimientos muy diferentes.
¿Por
qué no puedo armonizarlos?
Algo
me falta.
Mi
atención no
es capaz de seguir a ambos al mismo tiempo.
La
atención se fija, unas veces sobre el vacío, lo absoluto, y otras, sobre la forma.
Cuando
se
fija sobre el vacío, la forma desaparece; cuando se fija sobre la forma, es el sentido del
vacío el que desaparece.
Hay
que pagar el precio.
¿Puedo
ser lo suficientemente libre para recibir lo que es desconocido detrás de todos
mis movimientos de avidez hacia lo exterior?
Lo
que está detrás, más allá, no puede ser percibido por mis sentidos.
Puedo
ver una forma, pero no puedo conocer por medio de mis sentidos la naturaleza misma
de lo que ella es.
Mis
pensamientos conocen formas, pero lo que aparece justo antes o después de cada
pensamiento o
sentimiento es la realidad misma, la conciencia real de lo que soy.
Lo
que percibo —sonidos, formas, colores, pensamientos— no puede existir sin ese
trasfondo.
Pero
ese trasfondo no puede ser visto por los sentidos.
Él
permanece no visto, no experimentado.
La
forma y la realidad
son parte de un mismo todo pero en dimensiones diferentes.
Lo
real no es afectado por lo material del pensamiento y no puede absorberlo.
Lo
real está en otro plano, en otra dimensión.
Sin
embargo, ese
material absorbe la realidad y construye ilusiones que la ocultan.
Cuando
la realidad de lo que soy no es experimentada, entonces tengo que llamar «yo» a la
forma física o psiquica que me la oculta.
Esa
ilusión
no es sino un espejismo que se desvanece cuando se establece el silencio.
Necesito
ver que entre dos pensamientos está el vacío, un espacio, y quedarme el mayor
tiempo posible en ese vacío.
Ese
vacío es la realidad.
Otra
clase de pensamiento surge, lúcido e inteligente; un pensamiento de otra
dimensión.
Lo
que es mensurable es el pensamiento, y mientras el pensamiento funcione lo inconmensurable no
puede ser comprendido.
Con
mi visión habitual veo el aspecto físico del mundo, con esa otra visión veo
otra dimensión en la cual lo inconmensurable tiene su propio movimiento.
Si
mis centros están absolutamente tranquilos, sin ningún movimiento, la energía puede pasar a
través de ellos.
Veo
lo que antes no veía.
Veo
lo que es.
En
esa visión hay una luz.
Las
cosas aparecen y desaparecen en el vacío, pero la luz las ilumina y no estoy ya
tan tomado por ellas.
Con
esa visión puedo comprender mi verdadera naturaleza y la verdadera naturaleza de las cosas a
mí alrededor.
El
problema no es combatir la indiferencia o el embotamiento o la rabia. El verdadero
problema es la visión: ver. Pero esa visión no
es posible si no se regresa a la fuente.
Para
esto se necesita otra calidad de visión, una mirada que penetra y va inmediatamente a la raíz.
Si
uno
se mira desde afuera, no puede penetrar porque los ojos ven solamente el
cuerpo, la materialidad de la semilla.
La
realidad está ahí; sólo que nunca le he puesto atención.
Vivo
dándome la espalda.
jeanne
de salzmann
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