OBSERVAR SIN ALTERAR
NADA
Por: jeanne de
salzmann
Si
quiero comprenderme, ante todo necesito una mente capaz de observar sin alterar
nada.
Eso
requiere mi plena atención.
Y
esa observación
aparece cuando hay una necesidad real de conocer, cuando la mente lo rechaza todo
para observar.
Nunca
me observo en acción.
Nunca
me veo funcionar mecánicamente ni me doy cuenta de que sea así como quiero
funcionar.
Necesito
convencerme de las desviaciones, de las experiencias y del saber que me impiden observarme.
Esa
clase de observación es el principio del conocimiento de sí.
Quiero
tratar de pensar, de sentir cada pensamiento o cada emoción en mí, pero mi atención
divaga por todas partes.
El
pensamiento no se completa.
Las
emociones no se acaban.
Oscilan
de un objeto a otro como un esclavo, empujadas a veces hacia allá y a veces hacia acá.
Si
no
puedo desacelerar el movimiento, no puedo descubrir el sentido profundo de esos
pensamientos o de esas emociones.
Es
necesario que el movimiento se haga más lento.
¿Cómo
hacer esto?
Esta
desaceleración
no puede ser impuesta.
Eso
crearía conflictos.
Una
imposición anula el esfuerzo.
Sin
embargo, el hecho mismo de aparecer para ver desacelera la reacción.
El
movimiento de las emociones se hace más lento cuando la atención se vacía de toda imagen, palabra
o saber.
Un
pequeño
instante ocurre antes de que aparezca la reacción bajo la forma de pensamiento o emoción,
y entonces puedo verlos aparecer.
Verlos
de tal
manera que conozca su realidad.
Como
mi único interés es ver, no detengo los hechos que se producen y su contenido profundo me es
revelado.
Estoy
delante de un hecho.
Por
primera vez comprendo lo que es un hecho: algo que no puedo cambiar, que no puedo evitar, algo
que es!
Aquí
está lo real.
La
verdad se vuelve todopoderosa para mí.
Un
estado de atención es un estado en el cual todo saber se ha detenido y sólo existe la
búsqueda.
¿Cómo puedo conocer algo viviente?
Siguiéndolo.
Para
conocer el Yo, debo seguirlo.
De
ordinario, cuando observo, hay un centro desde donde se realiza la observación y mi mente proyecta la idea de
observar.
Pero
la idea no es la observación; ver no es una idea, el acto de ver es una experiencia.
Yo
no fijo mi mente
sobre un objeto.
El
objeto soy yo, viviente, un ser que necesita
ser reconocido para vivir.
No
es un punto fijo que mira a otro.
Es
un acto total, una experiencia que sólo se puede realizar cuando no hay
separación entre lo que ve y lo que es visto.
No
hay un centro desde donde se hace la observación.
Hay
un sentimiento de un tipo especial, un deseo de conocer, un afecto que envuelve todo lo que
veo y no deja
de interesarse por nada.
Necesito
ver.
Cuando
comienzo a ver, comienzo a amar lo que veo.
Estoy
en contacto con lo que veo, intensamente, completamente.
Ese
conocimiento es el resultado de ésta nueva condición.
Despierto
a lo que soy y toco la fuente del verdadero amor, una cualidad del Ser.
La
verdad de lo que soy sólo puede ser vista por una inteligencia en mí, una energía fina
que ve.
Debe
haber una relación muy precisa entre el pensamiento habitual y esa visión; una debe someterse a la otra; de otra manera, uno
es tomado por el material del pensamiento.
No
puede haber ninguna contradicción, por pequeña que sea en mí mismo; de lo contrario,
no puedo ver.
Una
contradicción quiere decir, por un lado, la necesidad de conocer lo que soy, y
por otro, una cabeza que funciona sola, para ella misma; una emoción que trabaja sola, para ella misma; y
tensiones que me separan de una sensación.
¿Voy
a tratar de cambiar mi estado porque ayer tuve uno mejor?; o bien, en esta oscuridad y porque
lo siento, la necesidad de claridad, de visión, ¿se hace sentir?
Si
siento la necesidad de ver, un
sentimiento que es completamente diferente, poco a poco las tensiones disminuyen por si
solas.
Me
abro a esa energía sin buscar alcanzar resultados.
Debe
haber
una fuerza que el cuerpo perciba; de lo contrario, él no se abrirá.
La
energía se libera y aparece una realidad interior.
Ya
no hay contradicción.
Yo
veo..., solo veo.
Observarse
sin conflicto es como seguir un torrente.
Con
una mirada
que se anticipa al agua que se precipita, ver el movimiento de cada pequeña ola.
Uno
no tiene tiempo de formular, de nombrar, de juzgar.
Ya
no hay pensamiento.
Mi
cerebro se vuelve muy tranquilo, muy sensible, muy vivo, pero tranquilo.
Puede
ver sin distorsión.
La
observación silenciosa hace nacer la comprensión, pero esa verdad debe ser
vista.
El
orden nace de la comprensión de lo que es el desorden.
Esa
posibilidad de ser a la vez el caos y la presencia al caos es el conocimiento de otro
orden de cosas.
Jeanne
de salzmann
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