domingo, 18 de octubre de 2015

CONOCER ES SER

CONOCER ES SER
Por: jeanne de salzmann

Conocerse no quiere decir mirar desde afuera, sino sorprenderse en un momento de contacto, de plenitud.

Entonces, ya no hay más Yo y mí, no hay más yo y una Presencia en mí; no hay ninguna separación, ya no hay más dualidad.

Conocer quiere decir Ser.

No hay lugar para otra cosa.

Cuando llego a la unidad en mí, siento una energía, una fuerza de otra esfera, y entonces puedo nacer a mí mismo, a mí ser, hacer parte de un gran todo.

Puedo servir.

Sirvo a esa fuerza, primero por una nueva actitud de todas las partes de mí mismo hacia ella, luego por una visión siempre renovada de lo que soy y del sentido de mi vida en la vida del todo.

Esa visión contiene una comprensión de la relación de mi ego y de mi ser, y me abre un camino hacia la manifestación libre y en consecuencia hacia una vida más justa.

Esto me lleva al deseo de cambiar mi manera de ser, de ser responsable de expresar la verdad con mi actitud, con mi vida.

Cada vez más, recibo la impresión de una fuerza misteriosa en mí y, al mismo tiempo, recibo las impresiones del mundo que me rodea y a las cuales responden mis funciones.

¿Hay una vida y otra vida? ¿O bien la fuerza de vida es única?

Para una relación entre esos mundos de diferente materialidad, es necesaria una corriente de una intensidad intermedia, una corriente emocional más pura: un sentimiento puro.

El sentimiento se purifica, «el ser divino» es creado por la vigilancia.

Es una vigilancia extraordinaria donde ya no hay superior ni inferior, no hay más lucha, no hay más miedo.

Hay solamente la conciencia, la dicha.

Para ello, en todas las circunstancias, debo ser el testigo de mí mismo, retirarme de las funciones mentales en las que nacen las reacciones, calmar toda ambición, toda avidez.

Entonces me veo responder a la vida mientras que algo en mí, inmóvil, no responde.

Esa vigilancia aporta un nuevo sentido de los valores.

Estoy embargado por un querer que es la esencia misma del sentimiento de mí en toda su pureza.

Es un querer ser lo que soy, el despertar a mi naturaleza verdadera: «yo soy» y «Yo Soy».

Con esa conciencia, hay amor.

Pero ese amor es impersonal; como el sol irradia energía, ilumina, crea, ama.

No está apegado a nada y, sin embargo, atrae todo hacia sí.

Esa expansión no proviene del hacer, del ego, sino del amor.

Esto significa ser y llegar a ser, con una atención cada vez más libre.

Es la liberación de la que habla Gurdjieff.

Es la meta de todas las escuelas, de todas las religiones.

Es la visión de «lo que es».

En la experiencia «Yo Soy» me abro a lo divino, a lo infinito, más allá del tiempo y del espacio.

Mi ser es el Ser.

Ser uno, completo ante la vida, es lo único que cuenta.

Mientras permanezco consciente de ello, hay una paz y una vida interior que nada más puede dar.

Estoy aquí, vivo, y a mí alrededor existe el universo entero.

La vida que está a mí alrededor está en mí.

Siento esa vida universal, la fuerza del universo.

Me siento existiendo, me siento una parte del mundo que me rodea.

Todo me ayuda a ello.

Hasta el cojín sobre el cual estoy sentado me ayuda.

Estoy aquí, despierto a lo que soy.

Y veo que es esto lo más importante: ser.

Lo sé, ahora.

Y mientras lo sé permanezco en relación con todo lo que me rodea.

No hay antes ni después.

Hay la vida misma.

Tengo la impresión de salir de un sueño.

Todo es real.

Me siento libre y tranquilo.

En ese estado ya no busco, no deseo, no espero nada.

Sólo hay lo que «yo soy» en este momento.

Sé entonces cómo estoy aquí y por qué estoy aquí.

jeanne de salzmann


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