OBSERVACION DE LOS
ESTADOS DE ÁNIMO
Por: Maurice Nicoll
Hablaremos hoy de los
estados de ánimo y de su observación.
Cuando usted es capaz de
usar apropiadamente el yo observante, posee entonces un punto de conciencia que
es independiente de sus estados de ánimo.
No llega a estar
sumergido en ellos.
Lo observa desde arriba.
Ese punto de conciencia
está por encima de sus estados de ánimo.
Si observa el estado de
ánimo que está en movimiento en usted, usted no es ese estado de ánimo.
Usted no está
identificado con el.
Alcanzar esa etapa
señala un paso definido en el trabajo.
Debo señalarle que si no
practica la auto-observación nunca alcanzará esa etapa.
Ni tampoco comprenderá
por qué el trabajo insiste tanto en que usted se observe a si mismo.
Agregaré también una
palabra de advertencia.
No imite a las personas
que hacen uso de sofismas para explicar la auto-observación o que nunca captan
que son ellas mismas a quienes en realidad deben observar.
Ahora bien, el proceso
de auto-observación se asemeja a separar gradualmente dos superficies de madera
que están fuertemente pegadas.
Al principio parece
imposible.
No se puede encontrar la
herramienta apropiada para insertarla entre las dos superficies.
Por un momento no se
descubre en qué sitio insertarla.
Los dos trozos de madera
forman una pieza indisoluble.
Utilizo esta grosera
imagen para ilustrar como nuestra conciencia y nuestros estados de ánimo están
fusionados y parecen una y la misma cosa.
Al parecer son
indisolubles.
Este es un error.
Se pueden separar poco a
poco.
La conciencia se puede
sacar gradualmente de un estado de ánimo.
Mediante la práctica
puede observar su estado de ánimo cada vez más distintamente como si fuese algo
objetivo para usted.
Por medio de la práctica
puede contemplar sus estados de ánimo como contempla un estanque.
Un estanque es un objeto
de los sentidos.
Es objetivo para usted.
Usted no toma un
estanque como usted mismo.
Pero mientras esté
profundamente dormido en la vida, mientras siga siendo el esclavo mecánico de
si mismo, tomará todo lo que sucede dentro de si como siendo usted.
Esto significa que su
vinculación con el mundo interior de si mismo no está desarrollada, es infantil
e imbécil, como lo sería su vinculación con el mundo externo si pensara que un
estanque o un elefante fueran usted.
Ahora bien, un estado de
ánimo es algo que pertenece a su mundo interior.
No lo puede ver andando
por el pavimento a su lado.
Es inútil buscarlo en
esa dirección, aun cuando su nodriza le dijo que era un perro negro.
Pero en lugar de ello lo
puede observar en sí mismo.
¿No se ha dado cuenta
que vivimos en dos mundos, uno exterior y el otro interior?
Este trabajo se refiere
ante todo a su vinculación con el mundo interior.
Empezamos a estudiarlo
desarrollando el yo observante, el cual esta vuelto hacia el interior.
Es llamado el sentido
interior.
Mediante el empleo del
yo observante a lo largo de los años, nuestra educación es suficiente como para
permitirnos percibir una gran comarca psicológica que está situada dentro de
nosotros, invisible a los sentidos exteriores, pero visible al sentido
interior.
Esa comarca, que se
revela lentamente, tiene sus ciudades y aldeas, sus caminos y sendas, sus
montes y valles.
Muchas personas viven en
ella, conocidas y desconocidas.
En los sueños nos
encontramos en esa comarca.
En rigor, es en esa
comarca interior en la que vemos y por la que andamos en los sueños, y no en el
mundo externo.
Tiene buenos lugares, y
lugares llenos de peligros en los que moran gentes malvadas, tal como los tiene
la comarca a la que están abiertos nuestros sentidos externos.
Mientras siga totalmente
dormido para consigo mismo, como lo está si nunca se observa a si mismo, usted
tropezará ciegamente en ese país interior, al no comprender que existe y al no
darse cuenta del lugar a donde se dirige.
Toda nuestra felicidad
del lugar en que estamos en ese país y también toda nuestra desdicha.
Lo que importa no es el
lugar donde estamos fuera, sino aquel donde estamos dentro.
Ahora bien, un estado de
ánimo dado es un lugar dado en esa comarca interior, donde se puede permanecer
a menudo por mucho tiempo.
Pero aun cuando haya
llegado a estar educado internamente de un modo considerable y conoce algunos
de los rasgos de su comarca interior y algunos lugares malos y buenos y sus
habitantes, quizá no sea capaz de observar una cosa lenta, gradual como lo es
un estado de ánimo.
Como todo aquello que
tiene que ver con el péndulo de las emociones mecánicas, los estados de ánimo
están en los opuestos, y se pasa de un estado de ánimo a un estado de ánimo
opuesto.
La plena observación
reside en observar los dos opuestos, los dos extremos de la oscilación del
péndulo.
Pero un estado de ánimo
es una cosa lenta, no como una emoción aguda, rápida, vivida.
Con todo, un estado de
ánimo es un estado emocional y corresponde a un lugar en nuestro mundo
interior.
Las gentes con
frecuencia niegan estar en un estado de ánimo.
Pueden estar dominadas
por el malhumor durante días y negarlo con toda sinceridad.
Esto se debe en parte a
que los estados de ánimo son muy difíciles de observar.
Es difícil enfocarlos
con la cámara del yo observante.
Empero, es de la mayor
importancia observarlos porque un estado de ánimo, como la bruma, suele
persistir y extraer sutilmente la fuerza de una persona, mostrando una fase
opuesta, breve y excitante, y luego estableciéndose de nuevo.
A veces un estado de
ánimo tranquilo, desagradable, es representado en un sueño como una niebla en medio
de la cuál se busca tanteando el camino.
Ahora bien, si se puede
observar un estado de animo no se está completamente sumido en el.
Parte de la conciencia
va entonces al yo observante, pero el resto de la conciencia sigue apegada al
estado de ánimo, esto es, permanece identificada con el.
Así una persona es al
mismo tiempo su estado de ánimo y no lo es.
Esto marca el comienzo
de la separación.
Si dicha persona no se
deja dominar demasiado tiempo por el sueño, la separación se hará más amplia hasta
que su conciencia pueda mirar desde arriba al estado de ánimo que antes solía
envolverla completamente.
Se parecerá entonces a
una capa de bruma en un distante valle que está por debajo de nosotros.
Dicha persona se
preguntará por qué solía ir tan a menudo a ese valle y permanecer en la niebla.
Aparentemente lo creía
necesario.
Cuanto más la conciencia
asciende al nivel del yo observante, más se preguntará por qué vagaba por los
lugares que antes solía frecuentar.
Maurice Nicoll
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