LA OBSERVACION DE SI Y
LAS RELACIONES
Por: Maurice Nicoll
Cuando se dice que se
simpatiza con una persona no quiere decir que se simpatiza con dicha persona en
su totalidad.
Hay en ella aspectos que
no nos gustan.
Pero los lados que nos
gustan son suficientes para dejar los otros en la sombra.
Ocasionalmente este
ordenamiento de lo que nos gusta y lo que nos disgusta se modifica y los lados
que no nos gustan aparecen en primer plano y por el momento no se gusta de
dicha persona.
En nuestras relaciones
humanas esta es una situación muy común.
Si no se trabaja sobre
sí y se permite que las fases de disgusto nos hagan pensar y sentirnos
negativos y uno se complace en identificarse con ellas, las relaciones suelen
convertirse en algo desdichado.
Una vez que uno se
identifica y llega a ser muy negativo con una persona, se ha estropeado algo.
Es nuestra culpa.
No se ha trabajado sobre
si.
Nunca se pensó que había
que hacerlo, quizás, o se fue lo bastante estúpido como para imaginar que las
relaciones humanas se establecían por si solas.
Ahora bien, ninguna
relación se establece por si misma.
Requieren un trabajo
consciente de los dos lados.
Si una persona trabaja,
y la otra no lo hace, quiere decir que hay que trabajar duramente —o se vuelve
imposible—.
El que trabaja sobre si,
se niega a querellarse.
Ella se enfurece porque
no puede lograr que él se vuelva negativo —o viceversa—.
Si ninguna de las partes
trabaja, entonces sirven a uno de los propósitos de la vida orgánica, el cual
es alimentar a la luna.
Se pelean como gatos,
exponen sus antipatías mutuas, sus criticas u odios —toda la infernal progenie
de emociones y pensamientos negativos— establecen vibraciones de una cierta
"longitud de onda" que son transmitidas a la luna y usadas por ella,
la cual está debajo de nosotros en el orden descendente de la creación.
Nadie que está en un
nivel más elevado necesita alimento de una clase tan sucia.
Es preciso darse cuenta
que la mayoria de las personas están a menudo, sino siempre, en un estado
negativo —incluso uno mismo— y manufacturan ese alimento psicológico de mala
calidad.
Vivimos en un universo
en el cual se hace uso de todo y todo es útil para alguna cosa.
Se asemeja a una granja
bien administrada.
Nada se despilfarra.
Si hacemos un mal uso de
nuestras energías psíquicas lo que producen es usado para alguna otra cosa.
Nuestras emociones
negativas, de las que gozamos sórdidamente, aunque sean inútiles para nosotros,
se emplean como el estiércol en una granja.
Tengamos en cuenta la
enorme cantidad de esas emociones que se producen en todo momento a lo ancho y
largo del mundo.
Imaginar estas cosas
ayuda a captar la terrible significación de esta parte de la enseñanza del
trabajo —que dice que el mundo humano está gobernado no por el sexo, como
piensan algunos, sino por las emociones negativas—.
Para un ser que está en
la luna y tiene un órgano de la vista que responde no a las vibraciones del sol
sino a las de las emociones negativas, la tierra debe parecerle como un planeta
cubierto de llamas.
Ahora bien, retornemos a
lo que nos hace simpatizar con algunos aspectos de una persona y con otros no.
No vemos a otra persona
a través de su "yo" imaginario.
Se considera a si misma
como una persona —como una unidad—.
Su "yo"
imaginario la induce a pensar así.
Pero la vemos
diferentemente.
La vemos como si
estuviera hecha de lados diferentes que son por completo contradictorios.
Ella lo ignora.
Dice: "¿simpatiza
conmigo?" —como si fuese una sola persona.
Si se le contesta que
nos gustan algunos lados de ella, le produciría un choque.
¿A quién le produciría
un choque?
Pues bien, a su
"yo" imaginario, que no es percibido por ella —ni tampoco lo es por
nosotros.
No es percibido por
ella, porque no observa que no es una sino muchas personas.
No es percibido por
nosotros, porque la vemos como muchas y no una.
Así prosigue el juego de
la vida.
Pero si dicha persona
empieza a observarse a sí misma y se da cuenta lentamente —y con tanta
lentitud— que no es un "yo" sino muchos "yo" rodeados por
una envoltura de celofán, con el marbete de "yo", comienza a ser una
persona diferente.
Empieza a trabajar sobre
si.
Ve a través la fatua y
vana ilusión del "yo"' imaginario.
Empieza a verse a si
misma como la vemos nosotros.
Y si ahora le decimos
que algunos lados de ella nos gustan pero no los otros, ella no se sentirá
mortalmente ofendida o herida.
Se volverá mucho más
fuerte y no será tan vulnerable ni se trastornará con tanta facilidad.
Ahora bien, dos personas
que han alcanzado esta etapa de acrecentada conciencia y así de desarrollo
interior, serán capaces de establecer relaciones que antes era imposibles.
Las dos son conscientes
de sus lados negativos de los cuales deben separarse, con los cuales no deben
identificarse, ni gozarlos, ni poner en ellos el sentimiento de "yo".
Tales personas, al
conocerlo y hacerlo, y al permanecer, por así decir, en la entrada del trabajo,
son tan diferentes de las personas dormidas en la vida, que es cosa de no
creer.
Ahora bien, para
aquellos que no pueden observarse a si mismos y en consecuencia no pueden
recibir el trabajo, este comentario puede serles útil.
Pueden ver que los otros
tienen muchos lados, de los cuales algunos les gustan y otros les disgustan.
No cabe duda que lo
admitirán.
Pero no ven la misma
cosa en ellos mismos, porque están hechizadas por el "yo" imaginario
que les hace creer que son una sola persona y no muchas.
No creen tener
diferentes lados —lo cual significa diferentes "yo"— y así no pueden
entrar en el trabajo.
Tal vez su ceguera se
deba a otra razón además del "yo" imaginario.
Quizá se deba a que no
se ven a si mismos como los ven los otros.
Quizá su engreimiento no
les permite enfrentarlo.
Pero por lo general se
debe a que el "yo" imaginario bloquea el camino que conduce a la
auto-observación.
Ahora bien, cada vez que
veamos un lado de una persona que no nos gusta, tratemos de definirlo lo más
claramente posible.
Tratemos de hallar la
misma cosa en uno mismo mediante la observación de si.
Esto puede ayudar a
quienes les parece imposible observarse a si mismos sin ayuda alguna.
La gente no lo hace en
la vida.
Pero se supone que la
gente en el trabajo lo hace.
Más tarde, deben
hacerlo.
Maurice Nicoll
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