LA OBSERVACIÓN
DEL CENTRO INTELECTUAL
Por: Maurice
Nicoll
Es preciso
pensar de una manera nueva. El Hombre mecánico piensa principalmente desde las
actitudes. Para cambiar, es menester que las actitudes cambien.
COMENTARIO
Hemos hablado
la última vez de las actitudes y que, a no ser que las actitudes cambien, el
hombre no puede cambiar.
Tengamos
presente que el trabajo trata del cambio
de sí.
Hacer este
trabajo sin buscar la transformación de si es lo mismo que intentar levantar un
elefante.
O, para decirlo
con más exactitud, es lo mismo que estar de pie sobre un tablón y tratar de
levantarlo.
Hemos dicho
asimismo que las actitudes tienen su origen en el centro mental — en la mente.
Por lo tanto,
para cambiar, como lo enseñara Cristo y como lo enseña este trabajo, es
necesario cambiar la mente, para asi pensar de una manera nueva.
Ahora bien, una
persona que tiene muchas actitudes fijas, adquiridas de su educación,
establecidas en la mente, no puede pensar de una manera nueva.
Dicha persona sigue
pensando de la manera vieja.
Pensará desde
sus actitudes fijas e inculcadas.
Daremos como
ejemplo una persona cuya actitud le hace creer que Dickens es el único
novelista de valer.
Ofrézcale
Dumas, y no cabe la menor duda que lo rechazará, ofrézcale un novelista más
moderno y perderá los estribos.
Se ve en tal
caso como una actitud limita la mente.
Ahora bien,
tenemos actitudes acerca de la vida, de la sociedad, de la religión, de la
gente, de la política, del sexo, del arte, etc., que nos impiden experimentar
cualquier cosa nueva.
Es necesario
liberar la mente de esas actitudes adquiridas, porque impiden a una persona
pensar por si misma.
Y a no ser que
una persona piense por si misma acerca del trabajo nunca podrá comprenderlo, y
a su vez el trabajo será incapaz de ayudarla, porque el trabajo solo puede
ayudar y dar fuerza mediante su comprensión.
Por esa razón
se dice en el trabajo que la comprensión es la fuerza más potente que se puede
crear.
Una persona con
actitudes fuertes, mecánicas pertenece a los que en la enseñanza esotérica
llamamos "ciegos".
Agregaremos
aquí otra cosa: cuando se piensa o se habla desde una actitud fija se tiene la
certeza de tener razón.
Les aconsejo
reflexionar sobre este punto y observarse cuando están seguros de tener razon.
Las actitudes
no se pueden observar directamente, pero cabe observar sus resultados.
Uno de estos
resultados es la certeza de tener razón.
Si una persona
es capaz de examinar en qué se funda su sentimiento de tener razón, no hallará
cosa alguna sino una ligera armazón, una oración o dos que ha leído alguna vez,
una frase o dos que oyó en los primeros años de su vida, en la edad en que era
impresionable.
Vuelvo a
repetir que el hombre, la mujer cuya mente está plagada de actitudes se
asemejan al terrateniente que posee centenares de hectáreas cercadas por tapias
en todas direcciones, pero que al no estar cultivadas son por lo tanto
estériles.
En este trabajo
la mente debe despertar primero a
las ideas que se le enseñan y asi empezar a pensar de una manera nueva y luego,
muchos años después, el centro emocional comienza a moverse y despertar y
procura un nuevo sentimiento de si —una experiencia de las más gloriosas.
No puede
despertar el centro emocional —que es el objeto de este trabajo— a no ser que
la mente despierte.
Pero si la
mente está cercada por actitudes estériles y se niega a modificarlas —o más
bien, nunca se percató que las tenia y así no sospecha su existencia— entonces
traerá al trabajo toda la violencia latente que respalda dichas actitudes, que
aparece de súbito cuando se la provoca y pertenece a ese intratable factor del
cual hemos hablado recientemente.
El señor
Ouspensky dijo una vez que la ignorancia es una entre las muchas cosas que
defendemos inútilmente y nos hacen perder fuerza.
Dijo,
sucintamente: "Lo que no conocemos es inconmensurable en comparación con
lo que creemos conocer.
Las actitudes,
que se forman primero en la mente, nos inducen a pensar que conocemos.
Hablamos
continuamente desde nuestras actitudes como si fueramos en realidad capaces de
conocer, a pesar de ser ignorantes.
No cuesta nada
descubrir cuando los otros están hablando desde sus actitudes.
Todos los
presentes bostezan o dormitan.
Un hombre que
habla únicamente desde sus actitudes es una de las cosas más aburridas.
Pero somos
incapaces de verlas en nosotros".
Le pregunte:
"Si estoy hablando y empiezo a bostezar, ¿no indica que estoy hablando
desde las actitudes?"
Pero él bostezo
y yo también bostece y los dos nos echamos a reír.
Luego recordé
qué me había preguntado: "¿No ha observado alguna vez que se puede
bostezar ante los propios pensamientos?
Conviene
observar qué corrientes de pensamientos mecánicos provocan este hecho.
Es una señal de
su inutilidad y de la necesidad de evitarlos".
Ahora bien, es
sabido que la observación de si se inicia en la observación de los centros.
Debemos
alcanzar la etapa en que se puede, mediante la observacion de si, distinguir el
obrar del centro intelectual o del centro mental o del centro emocional o del
centro motor o del centro instintivo.
Un pensamiento
difiere de un sentimiento.
Un sentimiento
difiere de una sensación.
Una sensación
difiere de un movimiento.
Pensamiento,
sentimiento, sensación y movimiento son diferentes.
Ahora bien, si
usted observa sus pensamientos durante un período descubrirá que se repiten día
tras día.
Asi lográ una
vislumbre de la mecanicidad en su centro intelectual.
Ahora bien, la
gente suele creer que puede modificar sus pensamientos al punto.
Todos se creen
capaces de recibir y aceptar nuevas ideas al instante.
Más, sería una
de las cosas más raras en el mundo que esto sucediera.
La mente no
tarda en quedar ahogada por las actitudes fijas y los hábitos de pensar que
ocupan el lugar del verdadero pensar, y esto se repite y se vuelve a repetir a
todo lo largo de la vida.
Cuando se oye
una nueva idea en realidad no se le presta atencion, porque antes que la
persona que habla haya llegado al final de lo que está diciendo, ya hemos
reunido todos los argumentos para rebatirla. Basta observarse a si mismo.
Empero, se
tiene la seguridad de poseer una mente abierta.
¿Quien se
atrevería a pregonar desde los tejados que tiene una mente cerrada?
En estas
tinieblas, en esta ignorancia de nosotros mismos, vivimos, nos atribuimos lo
que no poseemos.
Ahora bien,
todas las discusiones surgen de las actitudes.
Discutir es no
comprender: comprender es no discutir.
No hay persona
que pueda modificarse mediante la discusión.
Debemos empeñarnos
en llevar las actitudes a la conciencia y en no discutir.
Llevar una
actitud a la conciencia es despojarla del poder que ejerce sobre nosotros.
Todo lo que es
iluminado por la luz de la conciencia es despojado de su poder.
Si se insiste
en decir que se carece de actitudes equivale a mantenerse en el lugar donde se
está en la escala de ser.
¿Me dirá usted
que carece de prejuicios, de opiniones típicas, de preferencias, de lugares
endurecidos, de rigideces en su mente?
De seguro, no
habla seriamente.
Pero si un mago
fuera capaz de enumerarle todas sus actitudes fijas y los prejuicios,
opiniones, etc., que resultan de ellas, que lo caracterizan, ¿aceptaría lo que
éste dice?
Se sentiría
insultado.
Al aceptar la
enseñanza del trabajo y sus ideas no nos damos cuenta que hemos de enfrentarnos
inevitablemente con nuestras actitudes inconscientes y mecánicas.
Toda persona
que está al nivel del buen amo de casa posee el poder de pensar prescindiendo
de las actitudes.
Pero una
actitud fija lo puede inducir a no creer lo que su pensar acepta.
Su actitud le
dice "No" automáticamente, mientras que su pensar dice
"Si".
Esto es, las
actitudes se alimentan de la creencia.
Es por esto por
lo cual, en algunos casos, una persona no persevera en lo que vislumbró, y
vuelve a ser lo que era antes.
Las actitudes
devoran la fuerza que el trabajo concedió a la mente.
Por eso es tan
importante empeñarse en descubrir las actitudes en uno mismo.
El nuevo pensar
es devorado por el viejo pensar.
Pensar.
El sentimiento
momentáneo de libertad mental es reemplazado por la vieja mente que se basa en
las actitudes.
Intente ahora
discernir una actitud en usted mismo.
Quiero decir,
que lo intente verdaderamente.
Dese cuenta que
no ha logrado una mente
abierta.
Deseo —como
siempre— que me dé ejemplos que
se basen en la observación de su propia persona.
No quiero que
se me hagan preguntas de este
tenor: "¿Es un 'Yo' lo mismo que una actitud?"
¿Sabe usted mismo que tiene actitudes fijas
y que ignora practicamente todo sobre ellas?
¿Ha notado el momento en que habla desde las
actitudes?
¿Esta
conversación le ha hecho comprender por
qué la mente no puede cambiar mientras esté llena de actitudes?
¿Comprende por
qué no puede experimentar un
"cambio de mente" o lo que Cristo denominó μετάνοια (metanoia), mientras su mente
esté fijada y amurallada por actitudes, mientras esté compartimentada, en la
cual nada puede crecer?
Y permítame que
le diga francamente —¿no comprende que toda su vida puede ser estropeada por esas actitudes
que están por debajo de la superficie de su mente y que usted no conoce?
Recuerde: un
hombre no puede modificarse a menos de modificar sus actitudes.
Por tanto
intente descubrir lo que resulta de las actitudes.
Examínese
cuando se siente conmovido, por ejemplo.
Examínese
cuando se siente intolerante, desdeñoso, etc.
Examínese
cuando no da importancia a las cosas.
Examínese cuando
juzga, examinese cuando está hablando desde las actitudes.
Examine el tono
de su voz y su expresión y examine como los otros se dejan dominar por el
aburrimiento.
Supongo que una
persona puede pasarse todo el día hablando desde las actitudes sin decir nada
interesante.
No puede decir
nada interesante porque no emplea su mente.
Su mente está
al servicio de las actitudes.
Por eso su
mente no puede despertar.
Si ocurre así,
todo su desarrollo interior queda detenido.
Vive y muere
como una máquina.
Maurice Nicoll
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