CONCIENCIA DE SI
Por: Maurice Nicoll
CRECIENTE CONCIENCIA DE
UNO MISMO
El trabajo nos enseña
que no estamos verdaderamente conscientes y que nuestro propósito general es el
de acrecentar la conciencia.
Respecto a la parte de
acrecentar la conciencia que pertenece al acrecentamiento de conciencia de uno
mismo, cuando se retrocede mentalmente al pasado, hay que tratar de no ver a
los otros en nuestra vida, sino a uno mismo.
Hay que ver qué clase de
persona se fué en diferentes etapas de la vida.
Es más fácil ver otras
personas en nuestra memoria, porque nuestros sentidos las graban.
Nuestros sentidos no nos
graban a nosotros mismos, salvo quizás el haber tenido un traje de terciopelo
en la infancia y un osito de felpa, y el haber odiado las medias limpias que
nos escogían.
Todo ello tiene que ver
con la sensación y está almacenado en la memoria sensorial.
Pero no nos muestra que
una persona fue un niño de mal carácter que solía tirarse en el suelo y gritar
si no lo dejaban salirse con la suya.
Tal vez recuerde los
gritos y el arrojarse al suelo, porque estas eran sensaciones, pero no recuerda
que tenía mal carácter, porque esto no es cuestión de los sentidos sino de la
auto observación.
Y si una persona nunca
se ha observado a si misma, es probable que siga teniendo mal carácter y no se
haya dado cuenta de ello.
Y de modo parecido si
recibió una paliza por sacar la lengua a sus padres, tal vez no se de cuenta
que lo sigue haciendo mentalmente.
Así esos niños mal
educados siguen viviendo en nosotros y no nos damos cuenta de ello.
Ahora bien, me dirán:
Cómo podemos saber a qué
nos asemejábamos en el pasado si nunca lo hemos observado?
¿Cómo podemos recordar
aquello que no está en la memoria?
Ocurre de la siguiente
manera.
Si ahora observo algo en
mi mismo y recuerdo lo que observo, llegaré lentamente a darme cuenta que
existía antes de haberlo observado.
La observación retrocede
en el tiempo, por lo general de una manera gradual.
Pero a veces sucede que
se experimenta un destello de conciencia que se extienda muy atrás en el pasado
de aquello de lo cuál se tiene conciencia ahora en el presente.
Se ve que siempre se fue
así.
No creo que una
repentina revelación de esta clase pueda sobrevenir alguna vez sin una
prolongada preparación.
No puede venir a menos
de ser capaz de aceptarla sin justificación ni criticas ni siendo negativo.
No es agradable pero,
¿cómo se puede esperar el logro de un acrecentamiento de conciencia sin estar
preparado para soportarlo?
Todas las reprobaciones nos
duelen.
Somos tan susceptibles
que la menor cosa que toca nuestro egoísmo nos ofende.
Desde luego, nunca nos
damos cuenta de ello.
Creemos ser muy
distintos de lo que somos.
¿Pero acaso no se dan
cuenta que esto es lo esencial en toda la cuestión del cambio de ser?
Como no soportamos que
nos digan algo adverso a lo que imaginamos ser, se nos exhorta a observarnos a
nosotros mismos sincera e imparcialmente y, prescindiendo de la imaginación, a
asimilar lo que observamos.
Esto es en verdad empezar
a trabajar sobre si.
Pero noten que dije
"asimilar".
Hemos de asimilar lo que
observamos en nosotros mismos.
Ocupémonos de la
cuestión del acrecentamiento de conciencia de uno mismo desde otro ángulo.
Hemos hablado antes de
lo que es llamado la cosa intratable en nosotros mismos.
Aunque tratemos de
definirla, nunca lo logramos completamente debido a nuestra conciencia
limitada.
Esa cosa intratable
bloquea una más plena y profunda entrada del trabajo.
Solo lo admite hasta
cierto punto, pero lo suficiente como para empezar.
Es algo que no nos
permite adelantar; es algo que no hará lo que es necesario; es algo que no mira
hacia donde hay que mirar.
Es algo que nos pone
mala cara; es algo que sonríe fríamente y no dice nada.
O es algo que grita:
"No quiero, no quiero".
¿Qué puede modificar esa
cosa intratable que bloquea la entrada al trabajo?
Ahora bien, cuanto más
trabaja un hombre con lo que tiene del trabajo, y llega a ser más consciente de
lo que es y lo que ha sido, tanto más puede entrar en él el trabajo.
Pero si uno llega a ser
más consciente de lo que se es y ha sido, entonces algo debe ceder para
permitir la entrada del trabajo.
Les preguntaré a todos,
si me han seguido hasta ahora, qué es lo que cede.
¿Se debe al orgullo y a
la resultante dureza de corazón?
¿O es amor al poder que
no cede?
¿O es obstinación, o
testarudez, o tozudez, o malhumor, o franca perversidad, o mera estupidez, o
ignorancia, o qué es en realidad?
Puesto que un creciente
conocimiento de si lo modifica, su existencia ha de estar vinculada con la
ignorancia —esto es, con la falta de conciencia, y por lo tanto con la falta de
conocimiento de la naturaleza de si mismo.
Debe pertenecer, en
suma, a una psicología irredimible —esto es, a la del hombre dormido para si y
para el significado de la vida, al hombre que se toma sencillamente como algo
dado, al hombre mecánico, que imagina ser plenamente consciente y poseedor de
un yo verdadero y estable y está en poder de todo el resto de las ilusiones que
le impiden ver el peligro y luchar para despertar.
Pero si examinamos esta
cuestión desde otro ángulo, como lo mencioné, hay otra manera de acrecentar la
conciencia de sí que al parecer debilita esa cosa intratable en nosotros que
solemos llamar grandilocuentemente fuerte voluntad, individualidad,
determinación, el poder de conocer la propia mente, y otras cosas semejantes.
Para empezar, hay que
intentar a veces ver el punto de vista opuesto al que se sostiene.
No quiero decir que hay
que descartar el propio punto de vista sino que se ha de incluir el opuesto al
mismo tiempo.
Este ejercicio exige
primero que se observe claramente el propio punto de vista; y segundo, edificar
sinceramente el opuesto.
La energía bloqueada por
la parcialidad de nuestra conciencia habitual no puede fluir hacia lo opuesto,
que se mantiene fuera de la conciencia.
La esfera de nuestra
conciencia habitual está por lo tanto limitada.
Está estrechada, a veces
ridículamente, y ese estrechamiento de la conciencia lo relaciono en especial
con esa cosa intratable que está en nosotros.
Si se incluye con
sinceridad y esfuerzo lo opuesto en la conciencia, la esfera de la conciencia
se acrecienta grandemente y desaparece en nosotros gran número de rasgos
desagradables.
Nuestra imparcialidad,
que es la causa de nuestras reacciones demasiado sensitivas y al mismo tiempo
de nuestra auto-valoración totalmente equivocada, es reemplazada por una
conciencia más ancha, más amplia.
Ya no insistimos más en
tener razón ni tampoco nos desalentamos cuando nos prueban que nos hemos
equivocado.
Cuesta más ser mezquino.
De hecho, escapamos de
la prisión de nosotros mismos cuyos barrotes y puertas son el resultado de
nuestra parcialidad.
Maurice Nicoll
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