OBSERVACION DE
SI
Por: Maurice
Nicoll
Se pueden decir
muchas cosas sobre la observación de si y acerca de lo que es y lo que no es.
Todo el trabajo
deriva del hombre que empieza a observarse.
La observación
de si es un medio que permite el cambio de si.
La observación
de si, seria y continua, si se hace correctamente, lleva a definidos cambios
interiores en el hombre.
Ante todo,
examinemos la observación de si en relación con el error que a menudo se comete
a su respecto.
El error es
confundir la observación de si con el conocer.
Conocer y
observar no son la misma cosa.
Hablando
superficialmente, se conoce que
se está sentado en una silla en una habitación, pero, ¿acaso se puede decir que
en realidad se la observa?
Hablando más
profundamente, quizá se conozca que
se está en un estado negativo, pero esto no quiere decir que se lo está observando.
Una persona en
el trabajo me dijo que alguien le era sumamente antipático.
Le dije:
"trate de observarlo". Me replicó: "¿Por qué he de observarlo? No
es preciso que lo haga. Ya lo conozco".
En tal caso,
dicha persona confunde conocer con
observar —es decir, no
comprende qué es la observación de si.
Además no ha
entendido que la observación de sí, que
es activa, es un medio de cambio de si, mientras que el conocer, que es pasivo,
no lo es.
Conocer no es
un acto de atención.
La observación
de si es un acto de atención dirigido hacia dentro —hacia lo que está
sucediendo en uno—.
La atención
debe ser activa —es decir, dirigida—.
En el caso de una
persona a quien se tiene antipatía, uno advierte los pensamientos que se
acumulan en la mente, el coro de voces que hablan dentro de uno, lo que están
diciendo, las emociones desagradables que surgen, etc.
También se da
cuenta de que está tratando interiormente muy mal a la persona a quien se tiene
antipatía.
Nada de lo que
se piensa o siente es demasiado malo en lo que se refiere a dicha persona.
Más para ver
todo esto se necesita una atención
dirigida, no una atención pasiva.
La atención
proviene del lado observante, mientras
que los pensamientos y las emociones pertenecen al lado observado en si mismo.
Esto es
dividirse en dos.
Hay un dicho:
"Un hombre es primero uno, luego dos, y luego uno".
El lado
observante, o "Yo" Observante, es interior al lado observado, o está
por encima de él, pero su poder de conciencia independiente varía, porque en
cualquier momento puede quedar sumergido.
En ese caso
estará completamente identificado con el estado negativo.
No se observa
el estado porque uno mismo es el
estado.
Cabe decir que
el hecho de ser negativo es conocido, pero no es observado.
Si el
"Yo" Observante es respaldado por otros "Yoes" que
valorizan el trabajo y lo recuerdan y desean ser más conscientes, el flujo de
las cosas negativas no podrá sumergirlo tan fácilmente.
Es entonces
ayudado por —y es parte de— el Mayordomo Delegado.
Todo esto es
por completo diferente del mero conocer
que se es negativo.
Cabe decir del
conocer pasivo que es mecánico en contraste con la observación de si que es un acto consciente y no puede llegar a
ser mecánica.
La observación
mecánica de si no tiene nada que ver con la observación de si del trabajo.
La gente no
sólo confunde el conocer con el acto continuo de la observación de si sino que
toma el pensar por el observar.
Pensar es muy
diferente de observarse a si mismo.
Un hombre puede
pensar todo el día acerca de su persona y no observarse a si mismo ni siquiera
una vez.
La observación
de nuestros pensamientos no es la misma cosa que el pensar.
Es ahora claro
que el conocer y el pensar no son la misma cosa que la
observación.
Muchas veces se
hace esta pregunta: "¿Qué debo observar?"
Primero, el
trabajo explica cuidadosamente que es lo que se debe empezar a observar.
Pero después un
hombre debe lograr una plena observación de si mismo durante un día entero —o
una semana— y verse a si mismo como una persona exterior.
Debe pensar lo
que pensaría si se encontrase consigo mismo.
Claro está que
detestaría cordialmente a ese hombre que es él mismo.
Un hombre debe
observar todo en él y siempre
como si no fuera él sino “ello”.
Esto significa
que debe decir: "¿Que está haciendo “ello”?", y no "¿Qué estoy
haciendo yo?"
Entonces ve ora
los pensamientos que se suceden en él, ora las emociones, ora las comedias
privadas y los dramas personales, ora las elaboradas mentiras, ora los
discursos, excusas e invenciones, y así sucesivamente, que pasan a través de
él, uno tras otro.
Al instante
siguiente, claro está, cae otra vez en el sueño y desempeña su papel en todos
ellos.
Es decir, actúa
en la comedia que ha compuesto y cree que es verdadera.
Piensa que es
la parte que ha inventado.
Examinemos más
extensamente este punto de vista.
Es preciso que
un hombre sea capaz de decir: "Esto no soy yo" a todas las piezas y
canciones establecidas, a todas las representaciones que se suceden en él, a
todas las voces que toma por la suya.
Sabe que a
veces antes de dormirse por la noche, oye fuertes voces en la cabeza.
Son los
"Yoes" que están hablando.
Durante el día,
se pasan todo el tiempo hablando, sólo que los toma como "Yo" —como
uno mismo.
Pero justo
antes de dormirse, se produce naturalmente una separación, pues las conexiones
entre los centros y los "Yoes" se interrumpen con el fin de que el
sueño sea posible.
Dos o más
"Yoes" pueden impedir el sueño.
Por eso los
oye, por así decir, como voces que hablan, solo por un momento, porque se
separan de uno mediante procesos naturales.
La separación
interior no significa el poder de decir meramente: "Este no es Yo",
sino de llegar a percibirlo verdaderamente así —percibir que es verdad, que "este no es yo", no tratar
de persuadirse de que no lo es, o decir "esto es lo que el trabajo
dice".
Cuando usted se
encuentra en un estado desagradable, si se observa a si mismo durante largo
rato, notará
que toda clase de grupos diferentes de desagradables "Yoes" intentan
uno tras otro ocuparse de esta situación y sacar provecho de ella.
Esto se debe a
que los "Yoes" negativos viven siendo negativos.
Su vida
consiste en pensar negativamente o en sentir negativamente —es decir, en
proporcionarle pensamientos y sentimientos negativos—.
Les deleita
hacerlo porque para ellos esta es la vida.
En el trabajo,
es preciso observar sinceramente el goce de los estados negativos, en especial
el goce secreto de ellos.
Se debe a que
si un hombre goza siendo negativo, sean cuales fueren las formas de ser
negativo, y son legión, nunca podrá apartarse de ellas.
No es posible
apartarse de algo por lo cual se siente un secreto afecto.
En realidad lo
que ocurre es que uno se identifica con los "Yoes" negativos por
medio de un afecto secreto y así siente su
goce, porque sea cual fuere la cosa con la cual uno se identifica, se
convierte en ella.
Dentro de si,
un hombre se está transformando continuamente en diferentes "Yoes".
No tiene nada
permanente, pero por la separación puede lograr algo permanente.
La línea de
separación pasa entre lo que gusta y lo que odia el trabajo.
Ahora
hablaremos otra vez de la charla.
En la práctica,
todas las reglas se refieren a la charla, y a la manera de ocuparse de la
charla equivocada.
Es preciso
observar la charla interior y
el lugar de donde proviene.
La charla
interior equivocada es el almacigo no solo de muchos estados desagradables
futuros, sino también de la charla exterior equivocada.
Se sabe que
existe en el trabajo lo que se llama la práctica del silencio interior.
Ese silencio
interior en primer término, debe referirse a algo muy preciso y definido; y en segundo,
no hay que mencionarlo siquiera.
Es decir, no se
puede practicar el silencio interior de un modo vago y general, excepto quizá a
modo de experimento por un tiempo.
Pero se puede
practicarlo rígidamente respecto de una cosa precisa y definida, algo que se
conoce y se ve muy claramente.
Alguien
pregunto una vez: "¿Practicar el silencio interior no es acaso lo mismo
que impedir que algo penetre en la mente?"
La respuesta es
no.
No es lo mismo.
Se practica el
silencio interior acerca de algo que ya está en la mente y de lo cual se debe
tener percepción, pero es preciso no tocarlo
en el discurso interior, con la lengua interior.
La lengua
exterior gusta tocar los lugares dolorosos, como cuando duele un diente.
Así lo hace
también la lengua interior.
Pero si lo
hace, la cosa dolorosa en la mente fluye en el discurso interior y se desenvuelve como charla interior por doquier.
Desde luego, ya
habrán notado que la charla interior siempre se ocupa de los estados negativos
y forja muchas frases desagradables, que de súbito hallan expresión en la
charla exterior, quizá mucho tiempo después.
En el trabajo
se nos dice que, primero, hay que tener mucho cuidado con la charla exterior
equivocada y, después, con la charla interior equivocada.
En realidad, la
charla exterior equivocada se debe casi siempre a la charla interior
equivocada.
La charla
interior equivocada, en particular la charla interior venenosa y malévola,
produce una confusión interior, como los excrementos.
Son diferentes
formas de mentira, y debido a eso tienen tanta fuerza y persistencia.
La mentira es
siempre más poderosa que la verdad porque puede herir.
Si observa la
charla interior equivocada verá que está hecha solo de verdades a medias, o de
verdades que se relacionan entre si en un orden incorrecto, o con algo que se
agregó o se omitió.
En otras
palabras, es sencillamente mentirse a uno mismo.
Si dice:
"¿Es esto verdad?", tal vez lo detenga, pero encontrará otra serie de
mentiras.
Con el tiempo
llegará a disgustarle.
Si lo goza,
nunca aflojará su poder.
No basta que le
disguste gustándole: Es preciso que le
disguste absolutamente.
Todo esto
pertenece a la purificación de la vida emocional.
Mecánicamente
sólo simpatizamos con nosotros mismos y tenemos antipatía u odio a quienes no
simpatizan con nosotros.
No es posible
el desarrollo del ser, y de ello no cabe la menor duda, a menos que las
emociones dejen de fundamentarse únicamente en la auto simpatía.
En el trabajo,
la consideración exterior finca en ponerse uno mismo en la posición de los
otros.
A ello se
refieren los Evangelios: "Así que, todas las cosas que queráis que los
hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mateo:
VII, 12).
Este es uno de
los postulados definidos en los Evangelios de lo que en el trabajo se llama la
consideración exterior.
Pero es preciso
que un hombre piense profundamente lo que dice y perciba internamente lo que
significa, porque tiene un significado exterior e interior.
Si dice:
"Siempre pienso en los otros", entonces obsérvelo.
Es
probablemente un tope.
Quizá no se de
cuenta de que dice cosas, o escribe cosas que, si las recibiese no las
toleraría un solo instante.
Esta es una
forma muy interesante de observación de si e incluye la observación de la
"charla interior".
En uno mismo
todos los demás son impotentes.
Puede, por así
decir, arrastrar una persona a la cueva de si mismo y hacer con ella lo que se
le antoje.
Quizá sea
naturalmente cortes, pero en el trabajo cuyo propósito consiste en purificar u
organizar la vida interior, no basta.
Lo que
verdaderamente cuenta es la manera como los hombres se comportan interna e
invisiblemente los unos con los otros.
Es muy difícil
comprenderlo.
Tal vez se cree
conocerlo ya.
Pero comprender —aun empezar a comprender— exige muchos años de
trabajo.
Cuando lo
interior corresponde a lo exterior y cuando lo exterior obedece a lo interior,
entonces el hombre posee un "segundo cuerpo".
Tal como somos,
nuestra vida exterior no corresponde a nuestra vida interior, y permitimos que
esta sea controlada por aquella.
La vida
interior crece al ver la bondad de algo.
Ya hemos dicho,
recordando a San Casiano, que el hombre es capaz de hacer la misma cosa por
diferentes motivos.
Un hombre suele
obrar por temor —a las leyes, a la reputación, a la opinión—.
Entonces obra
desde el exterior.
O puede obrar
por ambición —y muchas otras formas similares de egoísmo—.
U obrar por el
bien.
Esto desarrolla
al hombre interno.
Ahora bien,
todo ello puede ser materia de observación de si.
La observación
de si aún en sus primeras etapas produce algún efecto.
Permite que
penetre la luz en las tinieblas de nuestra vida psíquica, y es ella la que debe
preocuparnos en el trabajo.
Todas las
instrucciones se refieren a la vida psíquica, que es caótica.
De este modo,
la observación de si se hace más profunda, y la valoración del trabajo llega a
ser cada vez más interna.
Así el trabajo
empieza a obrar sobre la esencia —sobre la parte más verdadera de un hombre.
El trabajo
sobre si es siempre el mismo.
No importa dónde se esté.
Se estará
siempre en contacto con el trabajo si la actitud interior hacia el es correcta,
y si lo es, el trabajo enseñará lo que significa realmente el trabajo sobre si.
Si su actitud
interior es equivocada, no lo puede hacer, porque ella le cierra el camino.
En toda
observación de si, si ha de llegar a ser plena
observación de si, es preciso observar el “ello”.
Es decir, es
preciso ver todas las reacciones a la vida y las circunstancias como “ello” en
uno y no como "Yo".
Si se dice
"Yo", entonces nada sucede.
El decir
"Yo", el sentir "Yo", hace que el cambio sea imposible.
Si a cada
estado negativo se dice "Yo", no se puede escapar.
Al principio el
hombre se toma a si mismo como uno y
dice "Yo" a todo cuanto sucede en su vida psíquica.
Pero con el fin
de cambiar debe llegar a ser dos.
Es preciso que
se divida a si mismo en “ello” y el "Yo" Observante —es decir, en
dos—.
Luego, más
tarde, puede llegar a ser uno —una unidad—.
El instrumento
de la observación de si se asemeja a un cuchillo que extirpa lo que no es
nosotros.
Cuando se ve lo
que significa decir: "este no es yo", entonces se ha empezado a usar
este instrumento.
En el momento
en que alguien dice realmente: "¿Qué está haciendo “ello”?", en lugar
de "¿Qué estoy haciendo yo?", ya empieza a comprender el trabajo.
Inmediatamente
empiezan a establecerse una nueva serie de reacciones o más bien nuevas maneras
de tomar las cosas.
Mientras se
reaccione mecánicamente, no se puede cambiar.
El cambio
empieza cuando se toman las cosas comunes de una nueva manera.
No se puede
seguir siendo lo mismo —y cambiar—.
Si se es
siempre lo mismo significa que se reacciona siempre ante la vida de la misma manera.
Se insiste en
pedir la libra de carne.
La idea del cambio radica en no ser lo mismo.
La idea del
trabajo radica en el cambio de si.
La idea de la
observación de si finca en separar lo
que uno era de lo que se observa.
De este modo la
observación de si es un medio para el cambio de si.
Cuando se ha
empezado a formar en uno el poderoso instrumento mental de este trabajo, sea
cual fuere la dirección que se le dé, se captará nuevos significados.
El trabajo
forma en nosotros un nuevo instrumento de recepción, un nuevo aparato para
recibir las impresiones, tanto del exterior como del interior.
El trabajo
proporciona piezas que es preciso unir por medio de la comprensión.
Cada pieza del
trabajo, cada idea separada, cada trocito de enseñanza, es exactamente como las
piezas de un aparato de radio.
Las piezas de
una radio están, desparramadas sobre una mesa y usted las ve.
Si sus
conocimientos son suficientes, si comprende lo que son, puede unirlas y
entonces el instrumento empieza a trabajar y oye toda clase de cosas invisibles
que de otro modo no hubiera podido oír.
En el caso del
trabajo, cada pieza no es algo físico, un objeto exterior que está sobre una
mesa, sino algo psíquico —una idea, un pensamiento, una dirección, un
postulado, un diagrama, etc.—.
Si todas esas
piezas se unen y ajustan por medio de la comprensión y la valoración, el
trabajo forma en uno mismo un nuevo y organizado aparato.
Es decir, se
produce en nosotros una reorganización.
Se tiene en si
un nuevo organismo psíquico.
El trabajo
provee en realidad un organismo entero
y completo que es dado poco a poco, parte tras parte, pero todas esas partes
constituyen un verdadero todo.
Si el trabajo
se desarrolla así se tiene una cosa nueva, un nuevo instrumento organizado en uno.
Hasta una sola
parte del trabajo, si se la entiende con
valoración y comprensión, empezará a obrar un cambio en uno porque
transmitirá nuevas influencias.
Pero en el
hombre debe desarrollarse el trabajo completo.
Cabe
considerarlo como la formación
de otro cuerpo —otra cosa
organizada en el hombre— si el hombre vive
el trabajo.
Ese nuevo
organismo controlará el hombre que era.
Maurice Nicoll
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