MEDIOS
ADICIONALES DE OBSERVACION DE SI
Por: Maurice
Nicoll
¿Nota usted qué
diferencia hay entre su propia vida y la vida en general?
¿Qué quiere
decir con el término mi vida, como cuando
dice: "Mi vida fue una vida feliz" o "Mi vida fue una vida
desdichada"?
¿Quiere decir
"que las cosas exteriores fueron agradables o no, o que las cosas
interiores, que sus estados de ánimo y sentimientos fueron agradables o no?
Estará de
acuerdo conmigo en que a veces una persona que goza de una buena situación
externa en la vida con suficiente dinero y con buen ambiente, y sin sufrir
desdicha alguna, etc., es desdichada y miserable, y por otra parte una persona
en circunstancias muy diferentes y aun adversas, es muchas veces todo lo
contrario.
Examinemos esta
situación más detenidamente.
¿Qué es nuestra
vida; esta cosa de la que hablamos con tanta volubilidad sin darnos cuenta de
lo que es en realidad?
Cuando las
gentes desean contarnos gratuitamente la historia de su vida ¿a qué se refieren
en realidad?
Hablan de eventos, de otra gente, de cosas
externas.
Pero nuestra
vida consiste de dos cosas distintas, que para los fines de la observación de
si deben comprenderse.
Nuestra vida
consiste no sólo de eventos, sino de estados.
Los estados son
interiores y los eventos exteriores.
Los estados son
estados de uno mismo, es decir, estados interiores, tales como las malas
disposiciones, el hábito de preocuparse, los hábitos de temor y superstición,
presentimientos, depresión, por una parte, o, por la otra, estados mejores,
estados de sentirse feliz, estados de gozo y misericordia.
Están en uno
—es decir, todos los estados son estados de uno mismo.
Los eventos son
exteriores y nos llegan de fuera.
Ahora bien, el
estado interior puede corresponder a un evento exterior, o puede ser provocado
por el o no tener relación alguna con el.
Pero, ante
todo, es preciso comprender que los estados y los eventos son dos cosas
diferentes, antes de pensar de qué modo se relacionan entre si.
Tomemos, por
ejemplo, un suceso agradable.
¿Acaso su
estado interior corresponde a este suceso?
¿Puede decir de
seguro que cuando tuvo lugar el evento exterior su estado interior le
correspondía?
Sabe que va a
suceder algún evento deseable y lo está esperando.
¿Puede decir
que cuando tuvo lugar, su estado interior lo recibió de un modo feliz?
¿O admite que,
aunque el evento tenga lugar tal como lo esperaba, con frecuencia falta algo?
¿Qué es lo que
falta?
Lo que falta es
el correspondiente estado interior que debía combinarse, por así decirlo, con
el evento exterior que se esperaba con tanta impaciencia.
Y, como todos
ustedes probablemente saben, por lo general el evento que no se esperaba en
absoluto es el que nos proporciona nuestros mejores momentos.
Ahora
expongamos esta idea:
La
correspondencia de los estados interiores con los eventos exteriores.
A menos de
estar en un estado apropiado no es posible combinarlo correctamente con el
evento feliz.
Sin embargo la
gente, al pensar en su vida, se inclina a creer que está constituida sólo de eventos exteriores y que si cierto
número de eventos exteriores de
una clase u otra les hubiera o no sucedido, su vida habría sido desdichada.
Pero la
capacidad de una persona para la vida depende de su desarrollo interior, de la
calidad de sus estados interiores.
Porque
internamente, en lo que concierne a nuestros estados, está el aparato para vivir, y si este aparato, por ejemplo, está abrumado por la
compasión de sí y las preocupaciones y otras emociones negativas, no importa
cuán deleitables sean los eventos exteriores, nada puede suceder con propiedad,
simplemente porque el aparato para
vivir —es decir, la persona en si— está en una completa incapacidad de
combinarse de un modo afortunado con tales eventos que, provenientes de la vida
exterior, podrían producirle placer y deleite.
Una persona
piensa efectuar un viaje al extranjero y cuando este tiene lugar, es un evento.
Pero puede ser
tan mezquina, tan preocupada por las pequeñas cosas carentes de importancia,
etc., que todo el viaje no es sino un desastre.
Y en tal caso
el estado interior del hombre
es el culpable.
Por eso si nos
preguntamos en qué consiste nuestra
vida, no podemos decir que consiste meramente de eventos, pues consiste en mucho mayor grado de estados.
Supongamos que
un hombre, cuyo principal placer es ser pesimista y melancólico, le dice que la
vida es un mal negocio y no merece vivirse, ¿supone acaso que esto se debe a
una falta de eventos apropiados
o a los estados interiores del
hombre?
¿Puede creer
que invitándolo a una alegre fiesta lo hará cambiar?
La enfermedad
está en el hombre mismo y todos los días vemos a gentes que hacen su propia
vida y la vida de los otros miserables debido a sus perversos estados
interiores.
Ahora bien, en
la observación de si, es menester distinguir entre los eventos exteriores y los
estados interiores y observar donde se está situado, tanto en relación con el
estado interior como con la naturaleza del evento exterior.
Los eventos
exteriores son de cualquier clase.
La vida
exterior no es una suave hoja de papel sobre la cual nos arrastramos como
hormigas.
Está llena de
sierras y valles, de buen tiempo y mal tiempo.
Esta es la
naturaleza de la vida pero, por regla general, todos los sucesos que
consideramos excepcionales, o al menos desagradables, son la enfermedad, la
guerra, etc.
La vida es una
serie de diferentes acontecimientos que se suceden, en mayor o menor escala, y
salen al encuentro del hombre, y cada acontecimiento posee su naturaleza
especial.
Y los estados
interiores son asimismo de distinta clase.
Todo el trabajo
personal se refiere a los estados interiores y ya habrán oído hablar de los
estados equivocados que es preciso modificar y no identificarse con ellos.
Si ustedes
trabajan sobre estos estados equivocados y tratan de apartarse de ellos,
entonces los sucesos desagradables de la vida no los tocaran, por así decirlo,
con tanta facilidad, y no les extraerán su fuerza.
Los eventos son
influencias que cambian a cada
momento en sus variadas combinaciones; algunos son mejores que otros, pero en
este nivel inferior del universo donde estamos todos deben aceptarse
conscientemente, aunque algunos de ellos son muy peligrosos y es menester no
identificarse con ellos de ninguna manera.
De lo que se
acaba de decir, queda claro que se debe considerar la vida como una sucesión de
estados interiores, y una
verdadera historia de nuestra vida debe ser una historia de esos estados y en
especial de nuestras emociones negativas.
Vivir empero
dormido en este amplio mundo interno solo accesible a cada persona a través de
la observación de si y siempre invisible a los demás es el peor crimen que se
pueda cometer.
Por eso este
trabajo empieza con la observación de si y el descubrimiento de los estados
equivocados en uno mismo y con el trabajo para contrarrestarlos.
De este modo la
vida interior se purifica y puesto que ella atrae nuestra vida exterior, debido
al cambio de nuestros estados interiores, al no alimentar a unos y al alimentar
a otros, alteramos asimismo no solo nuestra relación con los eventos provenientes del exterior
sino también con la naturaleza de los eventos que nos llegan día tras día.
Solo de este
modo podemos cambiar la naturaleza de los sucesos que nos ocurren.
No podemos
cambiarlos directamente, pero podemos cambiarlos a través de los estados cambiantes, es decir,
empezando a poner orden en la desordenada casa donde vivimos.
No son los
sucesos cotidianos los que tienen importancia como haber perdido algo o que
algo le haya ido mal o que alguien lo haya olvidado o le haya hablado con
grosería, sino su reacción a todos ellos, es decir, en qué estado de si estaba
usted, pues es allí donde radica su verdadera vida y si sus estados interiores
eran apropiados nada en la naturaleza de los estados exteriores puede
dominarlo.
Trate pues de
distinguir, como ejercicio para vivir más conscientemente, entre los estados
interiores y los eventos exteriores, y trate de enfrentarse con cualquier
suceso exterior, después de haber observado su naturaleza, con la actitud
interior apropiada, con el estado apropiado.
Si no puede,
reflexione luego acerca de ello.
En primer
lugar, trate de definir la naturaleza del evento y observe si ese género de
evento le sucede a menudo y trate de examinarlo más claramente en términos
tales como "esto se llama llegar tarde" o "esto se llama perder
cosas" o "esto se llama recibir malas noticias" o "esto se
llama sorpresa desagradable" o "esto se llama trabajo duro" o
"esto se llama estar enfermo".
Empiece de esta
manera sencilla y pronto verá cuán diferentes son los sucesos personales, y
como nuestra vida exterior está cambiando todo el tiempo, y lo que no podía
hacer en cierto momento, lo puede hacer en otro.
Porque los
eventos se asemejan al abrir y cerrar de las puertas.
Entonces será
capaz de ver, respecto de los pequeños sucesos de la vida cotidiana, qué
eventos fueron parcialmente provocados por usted, y qué eventos son
accidentales, y así sucesivamente.
Luego
reflexione sobre su estado y en qué estado se enfrenta usted con algún evento
característico y si ese estado es el instrumento apropiado que es preciso usar,
el billete apropiado que es preciso ofrecer, el método idóneo que es preciso
emplear para ese suceso.
Respecto de
muchos eventos es menester aprender a ser pasivo, por ejemplo, no reaccionar en absoluto, no hacer nada.
Mas la
pasividad exige una fuerte actividad interior de conciencia, para impedir que
cualquier reacción mecánica tenga lugar cuando el evento, al entrar como una
impresión mecánica, toque la maquinaria puramente asociativa de la mente y el
sentimiento que equivocadamente consideramos como nosotros mismos.
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